Está de moda lo «slow»: slow food, slow cities, hasta slow fashion. Frente a un mundo cada vez más cambiante, en el que todo ocurre a velocidades de vértigo, hay quien se ha parado (y ya sólo eso es sorprendente) a pensar que, tal vez, tanta rapidez no es buena… o al menos no en ciertos campos.
Los movimientos slow pretenden ayudarnos a frenar un poco en la vorágine que constituye nuestro día a día. ¿Son malos los restaurantes de fast food? No necesariamente (a quién no le han sacado alguna vez de un apuro, esto es, de una prisa). Pero a nadie se le escapa que tampoco son lo ideal, evidentemente. El movimiento slow food propone otro tipo de comida (más tradicional, con productos locales, más equilibrada…), y consumida de una forma distinta (en esencia, recuperando la dimensión social de un acto tan cotidiano como comer).
Durante el boom de la construcción que se vivió hace unos años se han hecho proyectos de arquitectura «como rosquillas», todo rápido, todo para mañana, todo «como salga», todo «lo que falte o esté mal lo arreglamos en obra»….. Pero claro, la obra también era tremendamente «fast», y salía lo que salía.
No es sólo un problema de la urgencia de «producir» que había en ese momento. Es un problema de cultura (¿general?) o de entender cómo se deben hacer las cosas. En un proyecto arquitectónico deben conjugarse taaaantas cosas: los aspectos urbanos, la construcción, la composición, el diseño, la construcción, , la seguridad en el uso de los espacios, el confort, los temas económicos, los trámites burocráticos, las implicaciones jurídicas, la gestión, el color, la luz, las instalaciones, las estructuras, los usos y funciones, la estética, la orientación, la eficiencia energética, las circulaciones, la normativa urbanística, la accesibilidad -esa gran olvidada-, la seguridad frente a incendios, la salubridad, la psicología de los usuarios, el terreno, la electricidad, el agua, el viento, la textura, el ritmo….
Pero los arquitectos, desde hace mucho tiempo, no hemos sabido explicarlo. No hemos sabido ni sabemos aún transmitirlo a la sociedad que nos rodea. Y venía -y viene, cuando viene, tal como está el mercado- el cliente (da igual que fuera un promotor de chorrocientas viviendas que un particular que quería una unifamiliar, o cualquier empresa o institución con un edificio más o menos singular) y te preguntaba -y te pregunta- que qué se tarda en tener «los planos». Y claro, si encima de daban un croquis en una hoja cuadriculada de lo que se les había ocurrido para el edificio en cuestión («lo quiero así»), se suponía que debías tardar menos aún, porque ya tenías «casi todo hecho». Siempre para la semana que viene.
Y no sólo no hemos sabido explicarlo…. a veces ni los propios arquitectos lo han tenido en cuenta. A mis clientes les digo que los proyectos hay que pensarlos y repensarlos muchas veces, y que ese tiempo aparentemente desperdiciado redunda en beneficio de la obra y del edificio. Porque no hay cambios de (pen)última hora en obra, porque no hay dudas de cómo debe ser tal o cual elemento o espacio, porque no es buena idea decidir aspectos esenciales justo una hora antes de que venga el oficio correspondiente, y porque al final no terminas la edificación pensando «esto deberíamos haberlo resuelto mejor».
Por tanto, desde aquí mi reivindicación de una slow architecture, una arquitectura «cocinada a fuego lento», meditada, muy hablada con los clientes/usuarios, bien pensada -muy pensada-, con atención al detalle (¿no decía algo Mies van der Rohe al respecto de los detalles?).
Tal vez así deje de tener sentido una LSCP que abogue por una supuesta competitividad eliminando unas ciertas «reservas de actividad» y promueva el absurdo de pretender una arquitectura sin arquitectos. Que sería algo así como un ejercicio de la medicina sin médicos (¿no es eso otra «reserva de actividad?). Pero eso es tema para, tal vez, otro post….
¡qué alegría encontrarte por aquí!me ha gustado mucho tu post. Yo también lo he sentido así muchas veces, el ritmo acelerado de las situaciones o hechos. Quizás sólo te des cuenta cuando te paras y miras para atrás y ves la trayectoria. En cualquier caso, es una reflexión que comparto ya que intento tomarme en general las cosas más «slow». Un abrazo.
Gracias, Jesús. También me alegra saber de tí. Nos debemos un café (ya no recuerdo quién a quién, pero eso es lo de menos). Celebro que te haya gustado.
Me encantó…quisiera que fuera mi catarsis diaria..
Paco Zuñiga