Architecture is created, ‘invented anew,’ by each man who attempts her, who roams her space, climbs a stair, rests on a balustrade, lifts his head to look, open, close a door, who sits down or gets up and makes intimate contact with – and at the same time create ‘forms’ in – the space […] This intimate, fiery, contact, that which was perceived by man at the beginning, is today forgotten. Routine and communal places made man forget the natural beauty of “moving in space,” of his conscious movement, of those little gestures…
(La Arquitectura es creada, «inventada de nuevo», por cada hombre que la prueba, que deambula en su espacio, sube una escalera, se apoya en una balaustrada, levanta su cabeza para mirar, abre, cierra una puerta, que se sienta o se levanta y entra íntimamente en contacto con -y al mismo tiempo crea ‘formas’ en- el espacio […] Este contacto íntimo, intenso, que fue percibido por el hombre en un principio, se ha olvidado hoy. La rutina y los lugares comunes han hecho que el hombre olvide la belleza natural de «moverse en el espacio», de su movimiento consciente, de esos pequeños gestos…)
Nos guste más o menos la arquitectura de Lina Bo Bardi, esta cita resulta hermosa por su pasión, por el amor que muestra hacia la Arquitectura, hacia su creación y recreación en cada proyecto, en cada edificio, en cada momento en que alguien se mueve por el espacio generado gracias a ella. La reflexión sobre cómo el propio movimiento en el espacio es, en sí mismo, generador o creador de formas, espacio y arquitectura muestra -e invita a- una inusual profundidad en la concepción misma de qué es o qué constituye la Arquitectura. Y la Arquitectura, entendida como arte, crece, como las demás artes, cuando piensa sobre sí misma.
A raíz de un interesante post que he leído esta semana, titulado «Contratar hasta no poder más«, hacía yo un comentario que me gustaría desarrollar también en este blog. El tema de partida es el follón que se ha montado con Sacyr en Panamá (enlazo a una noticia de hoy mismo, porque hay cientos de ellas sobre el problema que se ha generado), pero en el post se hace una reflexión interesante sobre el hecho de que las obras del sector público se contratan siempre a la baja…. pero MUY a la baja. Y de hecho, el criterio económico al contratar prima, en los pliegos de las licitaciones, quedando MUY por encima de los criterios técnicos. Y eso es un problema, por razones que deberían ser -aunque no parecen serlo para todo el mundo- evidentes.
En primer lugar: si un proyecto se ha redactado estableciendo un determinado presupuesto, es evidente que la cifra exacta no coincidirá con lo que oferten las distintas contratas que concursen. Pero lo lógico es que se muevan en un entorno de esa cifra, porque, en teoría (y en la práctica es así en un 99% de los casos, o, al menos, eso quiero pensar) los técnicos que han elaborado el proyecto han tratado de ser lo más objetivos posibles y establecer unos precios de mercado razonables para las distintas partidas. Desde luego, así lo hemos hecho en nuestro caso siempre, y así lo han hecho los técnicos que conocemos que hayan realizado proyectos para las administraciones. Es obvio, también, que el establecimiento de precios dista (mucho) de ser una ciencia exacta, pero las cifras globales deberían ser suficientemente aproximadas. ¿Qué es lo que debería permitir a una empresa bajar los precios? Pues su competitividad, su red de proveedores, su gestión de costes…. Todo ello dentro de un margen razonable. Entendiendo esto, contratar, como ha sucedido en alguna ocasión, con un 60% de baja no es razonable. No me lo parece ni un 30% tampoco. Si se puede ejecutar la obra con esas bajas es que los técnicos han fallado por mucho. En realidad, cuando se licita una obra así, todo el mundo sabe que no es posible acabarla con ese dinero. Y cuando digo todo el mundo, me refiero, como mínimo, a la propia empresa constructora, a los técnicos, y a la propia administración. Las empresas confían en evitar las pérdidas (que es lo que tendrían si acabasen la obra tal como la han ofertado) con modificados de proyecto, revisiones, presiones, paralizaciones, liquidaciones…. maniobras varias, permitidas (en general) por la ley, asumidas y permitidas por la propia administración, archiconocidas por las empresas, y sufridas en mayor o menor medida según el carácter y la profesionalidad de cada uno, por los técnicos.
Es, por tanto, un sistema que favorece este juego de mentir para luego «dar el palo». Favorece también que las obras se ejecuten por las empresas yendo a «mínimos», porque no tienen margen de maniobra, lo cual, implícitamente, supone una necesidad de un control casi policial -en vez de exclusivamente técnico y económico- por parte de la dirección de obra porque la presunción de la buena fe se pierde.
A ver: traslademos esto al sector de las obras pequeñas, de particulares o pequeños promotores. ¿Verdad que parece mala idea que se contrate la obra a la opción más barata sin más consideraciones? ¿No nos hace sospechar alguien que está un 35% más barato de lo que parece razonable? En esos casos, se advierte al cliente, salvo que se tengan muy buenas referencias de la empresa en cuestión, o que ésta de una explicación detallada de esa bajada de precio, del riesgo de que, a mitad de obra, o bien le «den el palo» en lo económico o, peor aún, de que le dejen la obra a mitad y «salgan corriendo» dejando los trabajos sin realizar, por la sencilla razón de que la empresa no puede en realidad asumir los gastos en que incurre. Quien va a contratar, debe, por tanto, sopesar muy bien semejante decisión.
Pues este mismo riesgo existe en las grandes obras licitadas por concurso, sólo que parece que en este caso, cuando el cliente es la administración, parece que el engaño no es algo tan serio, puesto que no se «tima» a una persona en concreto. Es algo muy español, todo sea dicho: el dinero de todos no es de nadie…. algo que resulta falso porque el dinero sigue siendo de todos. Y expoliar a una administración (desde dentro o desde fuera) es -moralmente-robar a millones de ciudadanos.
No me resisto a citar, desde el artículo que indicaba al principio, la carta del Marqués de Vauban al ministro de Luis XIV, Marqués de Louvois, que resume muy bien la filosofía que impera, y la que debería imperar -el resaltado es nuestro-:
“Monseñor:
… Hay algunos trabajos en los últimos años que no han terminado y que no se terminarán, y todo eso, Monseñor, por la confusión que causan las frecuentes rebajas que se hacen en sus obras, lo que no sirve más que a atraer como contratistas a los miserables, pillos o ignorantes, y ahuyentar a aquellos que son capaces de conducir una empresa, yo digo más, y es que ellos retrasan y encarecen considerablemente las obras porque esas rebajas y economías tan buscadas son imaginarias y lo que un contratista que pierde hace lo mismo que un náufrago que se ahoga, agarrarse a todo lo que puede; y agarrarse a todo, en el oficio de contratista, es no pagar a los suministradores, dar salarios bajos, tener peores obreros, engañar sobre todas las cosas y siempre pedir misericordia contra esto y aquello.
De ahí bastante, Monseñor, para hacerle ver la imperfección de esa conducta; abandónela pues, y, en nombre de Dios, restablezca la buena fe; encargar las obras a un contratista que cumpla con su deber será siempre la solución más barata que podréis encontrar.”
Es más, la voy a tener siempre disponible para enseñársela a nuestros clientes. Incluso a nuestros clientes potenciales…. porque lo mismo vale para contratar una obra que un proyecto que algunos otros miles de cosas.
Pues es un consejo brutalmente bueno para cualquier arquitecto o, en general, cualquier persona que se dedique al diseño. Pero, además, yo he usado esta frase también para explicar también a los clientes que el momento de cambiar cosas y de tomar decisiones es durante el proceso de proyecto (o de diseño). Cuanto más se piense el diseño, más se detallen las cosas, más se especifique cómo se quieren, mejor, porque en obra se producirán menos errores, improvisaciones, cambios de urgencia o incluso, como advertía Wright, demoliciones. Y es que un proyecto realizado con calma, concienzudamente, deviene en una ejecución más económica, y hasta más saludable para todas las partes implicadas -arquitecto, arquitecto técnico, cliente, constructor….-, porque se reducen las taquicardias, el estrés, el volumen que alcanza la voz de los intervinientes, etc.
En serio: cambiar el sentido de giro de una puerta puede conllevar tener que mover una escalera. Esto es relativamente sencillo en los primeros esquemas de diseño. Se complica cuando los planos ya son más detallados. Es una faena cuando se ha calculado la estructura y se han obtenido los planos correspondientes, además de haber justificado otras cien cosas al respecto de esa puerta y esa escalera en concreto. Se convierte en un despropósito si ya se ha obtenido la licencia. Y alcanza el absurdo más absoluto cuando ya se ha hormigonado la escalera (no digamos ya si se ha ejecutado el peldañeado). Y recordemos que todo era por abrir en un sentido o en otro, o abrir «a derechas» en vez de «a izquierdas».
En resumen: el gran Wright tenía toda la razón del mundo.
No es ésta una carta en la que vaya a pedir cosas personales, para mi sólo (aunque evidentemente son cosas que me afectan). Esa otra carta la escribiré luego, en casa, con papel y boli, junto a mi mujer e hijos. Aquí voy a poneros algunos deseos que incumben a muchos arquitectos más, y a arquitectos técnicos / ingenieros de la edificación y, en segundas y terceras derivadas, a muchísima gente más… casi a toda la sociedad española, diría yo, aunque tampoco quiero pasarme.
Lo normal es empezar diciendo si nos hemos portado bien o no… ¿verdad? Pues este año los arquitectos casi ni nos hemos portado, ni bien ni mal, vamos. Se nos ha visto poco el pelo. Aunque algunos nos sigan mirando regular. Pero dentro de ese «perfil bajo» que hemos tenido este año, creo que, en lineas generales, el conjunto de la profesión está formado por gente honrada, trabajadora, y que busca ganarse el pan con el sudor de su frente, exprimiendo sus neuronas y dedicando su tiempo a un oficio bello, sin duda, que nos gusta, sin duda, pero que requiere, como todo en esta vida, esfuerzo, preparación, vocación, dedicación y estrujarse mucho las neuronas, dejándonos las conexiones sinápticas por cada cliente, por cada trabajo, en cada croquis, en cada cálculo, en cada justificación de cada apartado de cada sección del CTE. ¿Que si hay excepciones a esta forma de trabajar entre mis colegas? Pues seguro que debe haberlas. Pero son una minoría -al menos entre los arquitectos que yo conozco no hay ninguno que no viva así esta profesión, en mayor o menor medida-.
Dicho esto, en primer lugar me permito pediros que no dejéis que el Gobierno apruebe la LSCP tal como la han planteado. Es un disparate. Dicen que hay que eliminar unas «reservas de actividad», que es tanto como decir que a ver por qué la medicina tienen que ejercerla los médicos. Y digo yo: pues porque es lo lógico… .¿no? Que es verdad que un veterinario sabe de anatomía, pero no por eso va a ser buena idea que opere a una persona de un tumor en el estómago. A mí me parece obvio, pero se ve que hay quien no lo tiene tan claro. Y no es manía mía hacia los ingenieros, ¿eh? Que son profesionales como la copa de un pino. He trabajado con unos cuantos y saben la tira de lo suyo y se han ganado lo que me han cobrado o lo que han cobrado al cliente, según los casos. Y los arquitectos necesitamos muchísimas veces su ayuda. Pero no es cuestión de dejar que todos puedan hacer todo, ¿no? Vaya, ni siquiera un cardiólogo se metería a hacer una operación de neurocirujía, por muy médico que sea. Si es que lo de quitar esas «reservas de actividad» no se sostiene, por la sencilla razón de que son lógicas.
Aunque ya sé que lo tenéis difícil para mi segundo deseo, ahí va: me gustaría que volvieran los honorarios mínimos. Por varias cosas. En primer lugar, porque esto de la guerra de los honorarios se ha ido de las manos. Hay quien trabaja por debajo de coste. Y eso supone que no va a poder ofrecer en ningún caso un servicio adecuado al cliente. El trabajo será, cuando menos, mediocre. Y es que, además, esos honorarios no dan para pagar el seguro obligatorio de responsabilidad civil, la mutualidad o seguridad social, el IRPF correspondiente, el IVA, etc. Y eso, si me permitís daros mi opinión, es malo para toda la sociedad, y no sólo para el cliente concreto. En Alemania, que para muchas cosas son tremendamente inteligentes, tienen honorarios mínimos para ingenieros y arquitectos. No debe ser mala idea. Ni debe ser tan «anticompetitivo» como nos dijeron cuando se suprimieron en España. Ya hay una petición pública circulando para solicitar la vuelta de los honorarios mínimos. Pero yo lo pongo en esta carta, que me fío de vosotros.
También quiero pediros que inspiréis un poquito a los representantes de los arquitectos para que sepan explicar bien a la sociedad en general, y a los poderes públicos también, cuál es el sentido de la figura del arquitecto. No quiero enrollarme demasiado, pero durante bastante tiempo han estado (quizá toda la profesión ha estado) en su mundo arquitectónico, sin mirar hacia afuera. Y eso no es bueno. Seguro que ahora lo están intentando más que nunca, y por eso os pido que les echéis un cable.
Hay otra cuestión particular que me preocupa y que quiero pediros. Tampoco es exactamente para mi, pero, como he dicho al principio, me afecta también, y puede que en un futuro me afecte más aún. Sabéis a lo que me refiero, y es una filia/fobia muy personal en el ejercicio de mi profesión: es el tema de la accesibilidad. Vale, es verdad que hay normativa sobre eso. Pero se la saltan a la torera cada dos por tres. Hace poco leí a Antonio Corbalán Pinar explicando muy bien por qué es importante no hacer la vista gorda. Y últimamente me encuentro con mucha gente que se muestra bastante indiferente hacia las necesidades de accesibilidad de otras personas. Supongo que es un trabajo que hay que ir haciendo durante muchos años: concienciar a la sociedad. Ojalá incluso se llegue a generalizar la idea -relativamente reciente- de la necesidad de una accesibilidad cognitiva, y que cunda el ejemplo de ciudades como Pamplona, que ha puesto pictogramas en muchos sitios públicos, y también en sus iglesias, para mejorar la accesibilidad para las personas con autismo. Creo que los arquitectos tenemos mucho que aprender, pero también mucho que aportar, en este terreno.
Hay más cosas que quiero pediros, claro. Unas son difíciles y otras imposibles. Pero por eso os escribo esta carta a vosotros, claro. Entre esas otras cosas: que se reactive un poco el trabajo para toda la profesión, que hay muchos arquitectos que lo está pasando bastante mal (además, esto ayudaría también a muchos otros oficios, profesiones y empresas, ¿eh?); que en general se valore más el trabajo intelectual y, por qué no decirlo, el creativo; que consigamos entre todos eliminar cierta visión estereotipada del arquitecto como un personaje prepotente y, además, forrado hasta las trancas -muchas veces de forma injusta o, incluso, ilegal-; también que los arquitectos, como colectivo, nos apeemos del burro y pisemos tierra, para trabajar entre todos por todo lo que he dicho antes…. En fin, tantas y tantas cosas….
Como vosotros sabéis mucho más que yo, traednos lo que sea necesario (pero pensad en lo que os escrito, por favor). Muchos abrazos y dadle un beso al niño Jesús de nuestra parte.
El hormigón es hoy en día un material omnipresente en las construcciones que vemos a diario. Para algunos, es un mal necesario (o innecesario), para otros puede aprovecharse para aportar un fuerte valor expresivo a la arquitectura, gracias a su moldeabilidad. Pero hoy vamos hablar de unos hormigones… «distintos». Sigue leyendo →
Cito (al completo y textualmente) una entrada -de la que copio el título- del estupendo Blog de STEPIEN Y BARNO, y a continuación hago algunos comentarios al hilo de su artículo:
Que los arquitectos estamos forrados es algo que todo el mundo sabe; pero no unos cuantos, ¡todos! Sin excepción. Han sido años de gran provecho para la arquitectura y para sus ejecutores, es decir, nosotros los arquitectos; así que, ahora, no nos podemos quejar de nada!
Estas palabras no serán la primera ni la última vez que las oigamos y, desgraciadamente, gran parte de la sociedad todavía sigue pensando que esto es así.
Una frase de un grande, que me recordó @blogdelaunion, si bien creo que la frase auténtica es la que aparece en inglés, por lo que esta traducción al español es un poco «libre»
Este artículo resume la presentación realizada por el autor para la obtención del DEA (Diploma de Estudios Avanzados) en la Universidad Politécnica de Cartagena, en el marco del Programa de Doctorado «Arquitectura, Urbanismo y Medio Ambiente». Un desarrollo ligeramente más detallado se publicó en inglés, y puede consultarse aquí en PDF (Pilar Arnaiz Sánchez, Francisco Segado Vázquez and Laureano Albaladejo Serrano (2011). Autism and the Built Environment, Autism Spectrum Disorders – From Genes to Environment, Prof. Tim Williams (Ed.), ISBN: 978-953-307-558-7, InTech, DOI: 10.5772/20200. Available from: http://www.intechopen.com/books/autism-spectrum-disorders-from-genes-to-environment/autism-and-the-built-environment).
Se agradecería cualquier comentario sobre el artículo, o cualquier referencia a otras informaciones referidas a este tema.
1.- Introducción
Concluía Heiddeger (2001) su conferencia “Construir, habitar, pensar”, con una exhortación para que sepamos “construir desde el habitar y pensar para el habitar”. Son muchas las definiciones de la arquitectura que se han dado a lo largo de la historia, pero su centro, su objetivo, su fin, es el habitar. Es por eso que Norberg-Schultz (1980) afirma que para investigar y conocer mejor el espacio arquitectónico, es necesario comprender el espacio existencial, es decir, aquel concepto de espacio que permite al hombre construir una imagen estable de lo que le rodea, y que a su vez le permite pertenecer a una sociedad y a una cultura.
Usamos cookies para asegurar que te damos la mejor experiencia en nuestra web. Si continúas usando este sitio, asumiremos que estás de acuerdo con ello.Aceptar