Pues se puede decir más alto, pero no mucho más claro, ¿verdad? Da la sensación, sin embargo, de que en España, culturalmente, esto no está demasiado bien asumido. En general, todo el mundo tiene claro que no hay que «jugársela» con cosas como los medicamentos o la comida, por ejemplo, y que es lógico pagar un precio -evidentemente dentro de lo razonable- por ellas. El riesgo de encontrarte con problemas serios es alto. Sin embargo, cuando hablamos de proyectar una vivienda o una reforma de la misma…. bien, eso parece ser harina de otro costal. Eso de pagar unos honorarios por que te diseñen bien tu vivienda (o local comercial, si a eso estamos, o incluso la imagen corporativa de tu empresa o negocio) resulta absurdo para la mentalidad de muchas personas. Y sin embargo, también en estos asuntos el riesgo de que haya complicaciones serias es importante. No tengo muy claro por qué, pero ese riesgo no es percibido tan claramente como en otros temas: nadie busca asesoramiento legal en un amigo, a menos que éste tenga la formación adecuada, ni consejo médico a una persona que no sea un profesional sanitario (bueno, esto a veces se hace, pero con temas menores…. y es también arriesgado).
El caso es que, en efecto, el coste de un mal diseño puede ser muuucho más alto que lo que cuesta pagar a un profesional para que haga un proyecto «como Dios manda». Y el precio de vivir en una vivienda mal diseñada se paga a diario (en la comodidad de uso en muchas ocasiones, o en el gasto en iluminación y acondicionamiento, por poner dos ejemplos).
Hofsdtadter, en su famoso libro (fantástico, además….. una lectura recomendable), defiende esta sorprendente hipótesis. En suma, se trata de una visión casi puramente determinista o mecanicista (nunca mejor dicho, puesto que él mismo emplea el adjetivo «mecánico») de la mente humana, y, por estar subsumido en los procesos electro-químico-biológicos de ésta, del acto creativo en sí. ¿Es cierta la afirmación del autor? ¿Es la Arquitectura algo más que un acto mecánico de nuestras neuronas? ¿Es toda obra de arte fruto de simples procesos explicables desde la pura fisiología cerebral? ¿Tienen «alma» las creaciones artísticas? ¿La tiene -o puede tenerla- una obra arquitectónica?
Esta es una fotografía que tomé hace unos años en La Alhambra. Es un edificio (vale, sí, estrictamente no es un único edificio, así que digamos un «conjunto edificatorio») que me fascinó. Y no tanto por la profusión de elementos decorativos sino por algo más, digamos, «metafísico», pero, a mi modo de ver, también mucho más esencial en la arquitectura de la Alhambra. Y me refiero al uso de la luz. Si, como decía Le Corbusier, «La arquitectura es el juego sabio, correcto y magnífico de los volúmenes bajo la luz», cuando uno visita La Alhambra no puede sino concluir que quienes la construyeron, sabían, sin duda, hacer Arquitectura (sí, con mayúsculas). En la fotografía adjunta se puede ver cómo se articula la luz en los distintos volúmenes, cómo se generan planos y planos con distintos grados de iluminación (por eso me gusta tanto esta imagen en B/N en lugar de su versión original, en color). La luz sorprende constantemente cuando uno camina por la Alhambra, ya sea por los espacios abiertos o por el interior de salas, pasillos, estancias… De repente un contraste, de repente una gradación, de repente una luz que no sabes muy bien cómo entra pero que lo inunda todo, pero sin invadir, sin molestar. Es, simplemente, genial.
Para quienes estén interesados en el mundo de la fotografía, unos datos de la toma:
Cámara Canon EOS 350D, ISO 400, f/5.0, 1/100, Distancia focal 39 mm (equivalente a unos 62 mm)
(P.D. Si te gusta la imagen y deseas usarla para algo, por favor, ponte en contacto con nosotros y hablamos)
Simplemente un mini-artículo para poner de relieve un fallo que se ve demasiado a menudo. Es un problema de accesibilidad. Se trata de objetos u obstáculos, situados a media altura, sin indicación alguna en el suelo. En el ejemplo de la imagen, una escalera, situada en la Ciudad de la Justicia de Murcia.
Podría parecer que me refiero a que no es accesible para personas con movilidad reducida, o en silla de ruedas…. pero no, no es a eso a lo que me refiero. Veo aquí un problema para las personas con visión reducida o incluso ceguera. ¿Y por qué? Pues porque, como es sabido, estas personas se orientan y deambulan gracias al uso de un bastón, que mueven delante de ellos mismos para detectar obstáculos…. ¿alguien se imagina cómo van a detectar el obstáculo que supone esa escalera de la fotografía?
Efectivamente, si en algún momento una persona ciega camina en dirección transversal a la escalera, puede llevarse un buen golpe, porque, simplemente, no detectará, de ninguna manera, el obstáculo que supone la losa de hormigón (y el riesgo de hacerse bastante daño es evidente). Por eso, simplemente, pedir, desde aquí, un poquito de cuidado con estos temas relativos a la accesiblidad, y más en un edificio público (en el doble sentido de la palabra: porque es de acceso al público y porque es de titularidad pública -de hecho, ha sido pagado por los impuestos que pagamos todos, invidentes incluidos-). Además, se trata de un problema que no requiere de una solución complejísima, creo yo… ¿o sí?
Esta pasada semana dimos una pequeña charla informativa en la asociación AFAMUR (Asociación de familiares de enfermos de Alzheimer de la Región de Murcia), acerca de cómo es posible adaptar las viviendas para acomodar, en la medida de lo posible, las necesidades de las personas con demencia o, más en particular Alzheimer.
Repasamos, en primer lugar, lo importante que resulta, de acuerdo con las investigaciones que se han ido realizando desde distintos campos, que la persona con Alzheimer permanezca, siempre que sea posible, y todo el tiempo que sea viable, en su vivienda, que, al fin y al cabo, es su hogar, y las ventajas que supone respecto a recurrir a una institución. Hablamos también, en relación con esto, de cómo se afronta esta perspectiva de envejecer en el hogar («Aging in place» -o escrito «Ageing in place» fuera de Norteamérica) en otros países, y sobre algunas comunidades específicas -de personas mayores, no concretamente con demencias, aunque se tienen en cuenta- que se han organizado (o se están organizando) para lograr esto, alguna también en España. Citamos también un caso llamativo, el de un «pueblecito» en Holanda creado específicamente para atender a personas con demencia, llamado De Hogeweyk, en el que, además de lograr una solución asistencial, se han tenido en cuenta desde la propia arquitectura detalles muy específicos para las personas con Alzheimer u otras demencias. Como curiosidad, citar que existe, en el pueblecito, una parada de autobús falsa, para «parar» a los residentes que deambulan erráticamente por el exterior.
Después, y volviendo al tema del propio hogar, hablamos de la necesidad de evaluar o auditar el entorno construido en el que se desenvuelve la persona con Alzheimer, la propuesta de soluciones centradas en el usuario (y las características que debe poseer ese diseño centrado en el usuario), y la pertinencia de que las soluciones sean llevadas a cabo por personas y empresas que dispongan de una formación y una especialización adecuada.
Estuvimos luego hablando de actuaciones que se pueden realizar desde el diseño arquitectónico para la mejora de las condiciones de la vivienda (y su entorno), con un planteamiento que engloba, simultáneamente, la accesibilidad física y la accesibilidad cognitiva. Tratamos muchos temas a partir de ese punto, incluyendo aspectos como la circulación, la iluminación, el color y su psicología y su uso como codificador, las puertas y pasos, los muebles, la instalación eléctrica, las distintas dependencias de la vivienda, la -posible y esperable- mejora de algunos comportamientos al adaptar el entorno del enfermo, o el apoyo a la autonomía que tal adaptación puede suponer -y la consiguiente reducción, al menos, en parte, del estrés del cuidador-.
Los asistentes (todos ellos, lógicamente, familiares de personas con Alzheimer u otras demencias), que a fin de cuenta eran los importantes en la charla -y que además nos ayudaron a aprender unas cuantas cosas nuevas-, nos dijeron que les había parecido interesante, con lo cual nos quedamos más que satisfechos.
Ya hemos visto en la entrada anterior de esta serie lo importante que es comenzar bien el proceso de una reforma, las gestiones previas, la toma de datos, etc. Lo siguiente, evidentemente, es diseñar o proyectar lo que se va a hacer… concretar la reforma, vamos. Y de nuevo la ayuda que te puede prestar un arquitecto en esta fase es inestimable.
En primer lugar, un consejo: déjate aconsejar por tu arquitecto. No digo que aceptes cada propuesta o cada idea que te ofrezca… digo que dejes que te las ofrezca. Incluso en el caso de que te guste mucho el diseño, el interiorismo, la decoración, y hayas visto montones de revistas y webs, lo más probable es que tu arquitecto haya visto más revistas y más webs aún, y blogs, y exposiciones, y libros…. El caso es que con creatividad y diálogo entre tú y tu arquitecto, barajando tanto las ideas que tú sugieras como las que él te proponga, salen ideas aún mejores.
Otro consejo: más que decirle a tu arquitecto «quiero esto o aquéllo», o «quiero que esto sea así», explícale qué quieres conseguir (más espacio, más luz, un dormitorio más, mayor calidez, una imagen más actual… lo que se te ocurra), cómo te gustaría vivir en tu casa, qué ritmo vital llevas, qué te gusta -de todo: colores, música, arte, cine, gente… hasta política y religión, si quieres-, con quién vives y te relacionas, en qué trabajas…. Con todo eso, y partiendo de el estado actual de tu vivienda, tu arquitecto puede proponerte una reforma que se adapte a ti, a tu vida. No quiere eso decir que no pongas tus condiciones «indispensables», o unos requisitos mínimos para «aceptar» la reforma que te propone. Pero sí que le dejes crear algo interesante para ti, sugerirte cosas, ayudarte a plantear algunas cosas de una forma que no habías pensado inicialmente. Se trata, en suma, de explicarle las «intenciones» de esa reforma, y dejar que él te ayude a dar forma a esas intenciones. Insisto en que la interacción entre los dos es lo mejor para llegar a un diseño fantástico.
Tu arquitecto también debería saber ya en esta fase el presupuesto del que dispones para la reforma, si es que ya lo tienes muy claro, o al menos una aproximación, para ir acotando o ampliando el grado de intervención, ir calibrando el uso de unos materiales u otros, considerar los medios técnicos que harán falta para ejecutar la obra, etc.
Las propuestas que te puede hacer tu arquitecto en esta fase van muuuucho más allá de simplemente decir dónde van los tabiques o las puertas… Si algo bueno tenemos los arquitectos (vale, hay más cosas, pero esto es muy bueno) es la capacidad de tener una visión de conjunto de todo proyecto, considerando, simultáneamente, un gran número de aspectos. Y no sólo eso, sino que en la fase de proyecto y diseño vamos realizando todo el planteamiento técnico, es decir, todo lo que es necesario acometer para llegar desde el estado actual de tu vivienda hasta el estado final pretendido. Pongo aquí una pequeña lista de cosas que tu arquitecto tendrá en cuenta (dependiendo de la actuación que se pretenda realizar, claro), sabiendo, como he dicho antes acerca de la visión de conjunto, que todos estos aspectos (y muchos más) están interrelacionados entre sí:
Relación entre los espacios
Colores
Acabados
Texturas
Ritmos
Soleamiento
Funcionalidad
Ventilación
Iluminación
Vinculación de los espacios con el exterior
Materiales y elementos constructivos
Accesibilidad
Espacios exteriores
Amueblamiento
Decoración
Instalaciones (eléctrica, de fontanería, de saneamiento, aire acondicionado, calefacción, domótica…)
Seguridad de la construcción y en la vivienda
Impermeabilidad y estanqueidad
Ahorro energético
Subsanación de patologías ya existentes
Durabilidad
Elementos estructurales
Diseño exterior de la vivienda o la parte del edificio en cuestión
No sigo con la lista, porque se haría un post interminable, pero sí avanzo que algunos de estos aspectos se tratarán también en entradas siguientes de esta misma serie.
Cada año el Colegio Jesús-María de Murcia organiza la Marcha Solidaria, cuyo objetivo es recaudar fondos para una causa concreta, que se elige para cada edición. No sólo eso, sino que en la propia idiosincrasia del evento está el «movilizar» a la sociedad murciana por, para y hacia la solidaridad, es decir, invitar a la gente a que «se mueva» por una buena causa.
Es un evento que ya se ha institucionalizado en la ciudad de Murcia, pues no en vano lleva, con la celebrada el pasado 22 de febrero, catorce ediciones. Si bien hace unos años se ha realizado la Marcha Solidaria en favor de acciones que se llevaban a cabo en distintos países, como pueden ser Bolivia, Pakistán, Haití, por citar sólo tres, en esta ocasión (al igual que el año pasado), y dada la situación de crisis económica que atravesamos, se decidió colaborar con un proyecto «local», que en última instancia desarrollará Cáritas. En concreto, se buscaba apoyar la creación de una red de tiendas solidarias, en las que se venderá ropa a precios simbólicos, y que favorecerán la inserción laboral de personas en situación (o en riesgo) de exclusión social.
Pues bien, en colaboración con los alumnos organizadores (de primero de Bachillerato), hemos creado el cartel (de 50×70 cm) para esta edición. La intención era crear un diseño que fuera sobrio pero, a la vez, llamativo. Se trataba de hacer notar el evento, reflejar su carácter solidario y, simultáneamente, reflejar que se trata de algo con cierta «solera», institucionalizado en la ciudad de Murcia, como se ha comentado más arriba. Para ello, se han elegido tonos azules y turquesas, y se ha jugado con una imagen fácilmente reconocible en la ciudad (la torre de la catedral) y una única tipografía, muy potente y de buena legibilidad, con distintos pesos según la información que se debía transmitir. Además, la Marcha Solidaria se identifica siempre por el símbolo de la huella de un pie (o varias de ellas), por lo que era un elemento que debía aparecer con un mínimo de relevancia en el diseño. Está presente también el eslogan que los alumnos organizadores habían elegido para esta edición, haciendo referencia al objeto de la Marcha Solidaria de este año (la tienda solidaria). Además del cartel, diseñamos también unas octavillas (A5, doblado en díptico) y una pancarta (6 x 1,5 m).
Aunque lo cierto y verdad es que entre las dos expresiones, ésta de Mies, y aquélla de Le Corbusier, también hay sutiles diferencias. L-C plantea un rechazo directo a épocas anteriores, mientras que en Mies tal confrontación se da, pero de forma más indirecta, menos visceral si se quiere. Queda implícita en la frase, a diferencia de L-C, que la muestra de forma abierta.
Por otra parte, aunque tal vez no esté yo en lo cierto, en mi opinión L-C transluce en su expresión -y en su trayectoria arquitectónica y artística en general- una visión de esa «nueva arquitectura» mucho más «individualista», más personal, más «suya» propia, mientras que Mies tenía una vocación más «universalista», aspiraba más a «captar» y plasmar en sus edificios unos conceptos que eran más «generales» en la cultura del momento, esa «voluntad de la época», entendida, como es lógico, como algo colectivo, como un latido común a toda la sociedad.
Dicho todo lo anterior, supongo que estaremos muy de acuerdo en lo difícil que resulta especificar cuál es la voluntad de nuestra época, si es que tal cosa siquiera existe. En un mundo compuesto de fragmentos, descohesionado, donde predominan las visiones parciales e incompletas, es complicado vislumbrar cuál es esa «voluntad» de la que Mies nos hablaba. En cualquier caso, tal vez no haya que buscarla, tal vez, simplemente, esa voluntad se muestra (sí o sí) en la arquitectura que legaremos a futuras generaciones. Y tal vez ellos deban deducir, entonces, cuál era la voluntad de esta época.
En el primer post de esta serie introducíamos la idea de que es muy conveniente contratar a un arquitecto cuando te estás planteando, o has dedidido ya, reformar tu vivienda. Hoy vamos a ver concretamente en qué te puede ayudar durante la fase preliminar de la reforma, es decir, cuando estás tratando de decidir qué hacer, en qué grado intervenir, cuando todavía no sabes lo que vas a necesitar ni los trámites que deberás seguir…. Te puedo asegurar que contar con un arquitecto que te asesore, que te ayude, que trabaje por y para ti -para eso lo contratas, ¿verdad?- te puede sacar de muchas dudas, te puede evitar muchos obstáculos, y te puede ayudar a sobrellevar todos los primeros pasos con muuuucha más tranquilidad.
En primer lugar, si no sabes qué hacer -qué reformar, cómo configurar los espacios, cómo iluminar…-, tu arquitecto te puede dar ideas. Muchas ideas. Buenísimas ideas. Pero volveremos a eso -y al proceso de diseño en su conjunto- en otro artículo de esta serie.
Una de las primeras cosas que deberías hacer es un levantamiento del plano de tu vivienda. Un arquitecto te ayudará sin problemas con esto: tomará las medidas necesarias in situ y elaborará el plano correspondiente, es decir, cómo está tu vivienda actualmente. Esto, evidentemente, no será necesario si ya dispones de este plano, aunque no está de más comprobar las medidas y asegurarse de que se corresponden con la realidad ejecutada…. te sorprenderías la de veces que hay errores «de bulto» en los planos, ya sea porque se han hecho modificaciones durante la obra y no se han reflejado en los planos finales; ya sea porque los que te han dado al final de la obra, al comprar la vivienda, son los iniciales de proyecto y no los modificados; ya sea porque fotocopia tras fotocopia mal hechas se ha deformado completamente la imagen; ya sea porque el anterior propietario los hizo «de aquella manera»; ya sea porque anteriores ocupantes han realizado modificaciones de las que no se dejó constancia en planos…. en fin… muchas posibles causas. El caso es que conviene conocer -y dejar reflejado en una planta bien hecha- qué existe realmente. Teniendo este plano «real» bien definido ya, tu arquitecto puede, también, cotejar los datos obtenidos con los que figuran en la escritura, o en el catastro, o en los instrumentos de planeamiento de tu municipio, por poner algunos ejemplos, y comprobar si todo se corresponde como debe.
Otra buena razón para encargar a tu arquitecto este levantamiento de planos es que la toma de datos permitirá situar elementos importantes a la hora de plantear la reforma, como pueden ser pilares, machones, muros de carga, vigas descolgadas («jácenas»), conductos de ventilación, montantes de fontanería, etc. Incluso, si fuera necesario, también otros que podría pensarse que no es necesario reflejar en un plano como puntos de luz, mecanismos eléctricos, llaves de corte….. Por supuesto se incluirán puertas y ventanas, con sus dimensiones reales y sus sentidos de apertura, los tabiques con su espesor aproximado, los cerramientos -paredes que dan al exterior-, las superficies de las estancias…. Todo eso puede tu arquitecto situarlo en una planta del estado actual de tu vivienda (salvo que haya cosas «escondidas», e incluso así podría «intuir» su ubicación en algunos casos), lo que será una gran ayuda en las fases de diseño y de ejecución.
Más cosas en las que puede ayudarte un arquitecto, en el caso de que ya tengas una idea más o menos definida de la reforma que quieres hacer: estimar, en una primera aproximación (un poco con «números gordos» todavía, luego se deben ajustar) las obras que has pensado realizar. Eso te permitirá hacerte una idea de inicial «dónde te metes», y te puede ayudar a determinar si quieres intervenir en un grado mayor o menor del que has previsto en un principio.
También ayudará a dilucidar si lo que tienes entre manos es una obra menor o una obra mayor. La tramitación es distinta, los requisitos son distintos, y los permisos a solicitar también. Los problemas que puedes tener con los vecinos y con las autoridades si no haces las cosas correctamente, lamento decirte, también varían en un caso u otro. Puedes buscar en internet la diferencia, y, básicamente, encontrarás algo así como que una obra mayor es cuando cambias el uso de un inmueble, o bien cuando cambias la configuración exterior del edificio, o cuando modificas elementos estructurales. Pero todo esto depende mucho de la normativa de cada Comunidad Autónoma, e incluso de cada Ayuntamiento. Tu arquitecto, o bien conoce bien el caso concreto donde se ubica tu vivienda, o bien tendrá claro dónde, a quién y cómo hacer las cosultas pertinentes, ahorrándote tiempo y preocupaciones.
En función de que la obra sea de uno u otro tipo y de la práctica común del municipio en concreto, serán necesarios, o no, aspectos como la redacción de un proyecto, la figura de un director de obra -arquitecto-, de un director de ejecución -aparejador o arquitecto técnico-, de un coordinador de seguridad y salud… Tu arquitecto, con toda honestidad, te indicará los requisitos y los trámites a seguir, y te dirá si, a efectos de trámites, necesitas un arquitecto y/o un aparejador. Aunque ya te digo, como intento demostrar en esta serie de artículos, que aunque no te lo exija el procedimiento, te conviene contar con un arquitecto.
Otra razón más para contar con un arquitecto en las fases previas incluso a definir la reforma (y ya van unas cuantas): un arquitecto puede ayudarte detectando y dignosticando problemas -patologías- que tú no hayas percibido en tu vivienda -o de las que sí ye hayas percatado-: fisuras, humedades, desplomes, descuadres, desniveles, remates de acabados incorrectos, degradación de materiales, problemas con las instalaciones, o deficiencias en accesibilidad o en la eficiencia energética, o en el aislamiento acústico…. o mil cosas más. Lo bueno es que podrá diagnosticar las causas -que es lo importante- de esos problemas y plantear las actuaciones necesarias…. si fueran necesarias. En ocasiones hemos visto patologías que han alarmado a algún propietario, y que luego eran temas menores de fácil solución, o, a la inversa, problemas más serios a los que no se les había dado importancia y que suponían un riesgo grave a medio o largo plazo. Saber que alguien que conoce bien estos temas está a tu lado te ayudará a dormir mejor. Es lo que tiene ponerte en buenas manos.
Seguiremos analizando en próximas entregas en qué más (sí, hay mucho más) puede ayudarte un arquitecto con tu reforma. La de tu casa. Esa que te hace tanta ilusión y que esperas -con cierta ansiedad, eso sí- que salga genial.
Pese a lo rimbombante del título, la reflexión que quiero plasmar en este artículo no es –en exceso– de corte filosófico. Es simplemente un «hilo de pensamiento» que me surgía a raíz de una experiencia este fin de semana, y que he pensado dejar escrito en el blog (porque pensar en voz alta delante del ordenador me parece ridículo -y supone un riesgo de que me declaren mentalmente incapacitado para según qué cosas-).
El caso, digo, es que este fin de semana he estado en un pueblecito de montaña del noroeste de la Región de Murcia. Es un pueblecito muy pequeño…. pequeñísimo. Si tiras una piedra fuerte, en cualquier dirección, cae fuera del pueblo. El caso es que he estado alojado en una casita de esta pequeña población, una edificación antigua (no me consta su «edad», pero seguro que tenía bastantes décadas, y si me dijeran que ha cumplido el siglo no me sorprendería), tradicional –eso que se ha dado en llamar arquitectura vernácula o arquitectura popular–. Era una vivienda pequeñita: un salón y una cocina en la planta baja y un baño y dos dormitorios en la primera. Probablemente se trata de una adecuación –para el turismo rural– de una parte de un caserío mayor. Pero no es de la tipología arquitectónica concreta de lo que quiero hablar. Desde el punto de vista constructivo, era también muy tradicional: muros de mampostería, curiosamente no revestidos en el exterior, aunque sí en el interior, forjado intermedio con rollizos de madera y revoltón, y en la planta superior se veían los planos inclinados de la cubierta con rollizos de madera también (aunque creo que se realizó algún tipo de refuerzo estructural o hasta una nueva cubierta por encima)… incluso conservaba –creo, aunque podrían ser imitaciones modernas– aquellos interruptores eléctricos que había que girar 90º para encender o apagar las luces….). Lógicamente, tenía algunas «modernidades», como la calefacción con radiadores de chapa. Tenía poquitas ventanas, y pequeñas, como corresponde al clima de montaña de la zona. Es, en fin, una arquitectura discreta, sencilla, humilde, muy vinculada al clima, a los materiales disponibles, a la topografía del pueblo y de su calle en concreto…. Una arquitectura «integrada» en su entorno, que llamaríamos ahora. Como ocurre en la arquitectura vernácula en el 99% de los casos.
Pues bien, desde el pueblo se ve una megaconstrucción reciente –me he enterado de que, en realidad, es una vivienda o palacete, en teoría, pero enorme–, situada en la ladera de una montaña próxima. Tiene cubiertas de teja, como las casas del pueblo. Tiene ventanas con arcos, como en algunos pueblos (lo cierto es que no en éste). Tiene las paredes pintadas de blanco, como en algunos pueblos (tampoco en éste, donde predominan los ocres, algunos amarillos discretos, colores terrosos, etc). Los huecos tienen algún tipo de recercado o recrecido alrededor, como muchos en el pueblo. Tiene una volumetría muy fragmentada, como ocurre con el pueblo en conjunto. Pero lo cierto es que no se «integra» en absoluto. La «mímica» ha fallado. Y no sólo es cuestión de los aspectos formales –alguno también ha fallado, desde luego, como también la escala–, sino que, como pretendía sugerir con el título (malo es que ahora tenga que explicarlo), las virtudes de la arquitectura vernácula no están –iba a decir «en absoluto», pero dejemoslo en «únicamente»– en lo formal, sino también en aspectos que no son formales (ergo, son informales): la materialidad, la sencillez, la economía de medios, la adecuación al clima, a la escala del lugar, la propia sinceridad –brutalista, podríamos decir, en ocasiones– de la construcción… en suma, una multitud de factores que la convierten en lo que es, y no precisamente por sus formas.
Curiosamente, lo que más integrado queda, de ese conjunto de vivienda/palacio, en su entorno natural, es un anexo del que en este momento ignoro la función –¿piscina cubierta? ¿garaje? ¿casa de invitados?–, que está separado ligeramente del resto, y ejecutado en hormigón (creo, porque estaba bastante lejos como para asegurarlo). No tenía cubierta inclinada con teja. Ni pequeños huecos perforando los muros. Era su color gris, su carácter discreto, su sencillez, y también su fuerte horizontalidad, lo que le permitía pasar casi desapercibido en el entorno. Probablemente este anexo, de líneas mucho más «modernas» que el resto del conjunto, no tiene todas las bondades de la arquitectura vernácula… pero alguna sí, desde luego.
No digo que la arquitectura que se hace hoy en día deba copiar la vernácula. En absoluto. Creo que es un craso error (las edificaciones de hoy deberían parecer… eso, edificaciones de hoy). Pero sí debería apropiarse de algunas de de sus virtudes.
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